domingo, 19 de abril de 2020

HISTORIAS DE LOBOS. Rememorando

Son ya 35 días de confinamiento por el coronavirus. Hay un ligero descenso en el número de nuevos contagios y en el de fallecidos, lo que invita a un mínimo optimismo. En cualquier caso, la vuelta a una cierta normalidad, va a ser muy lenta. Esto va para largo.

El tiempo del que disponemos en casa, da para casi todo. También para recordar tiempos, escenas y experiencias pasadas, pero no olvidadas. Esta vez, relacionadas con el lobo.


Lobos volviendo a sus encames al amanecer



Durante el otoño pasado estuve más de dos meses en la zamorana Sierra de la Culebra. Realicé numerosa esperas, y fueron diferentes las experiencias que tuve en relación con el cánido. Voy a narrar tres de ellas:

10 septiembre 2019. En el territorio de una de las manadas, pastaban una treintena de vacas, que tenían acotada con cintas su zona de alimentación. En fechas anteriores, los lobos ya habían dado cuenta de alguna ternera...
A primera hora de la mañana, tres vacas y dos terneras pequeñas, habían escapado del recinto y se hallaban a unos 300 mts. del mismo, en un terreno de barbecho. Me extraño no ver a los mastines que las custodiaban habitualmente.
De pronto, observé un lobo tumbado encima de unas peñas, mirando fijamente hacia las reses, muy atento a las evoluciones de las terneras.
Llevábamos en esta tesitura un buen rato, cuando, por sorpresa, tres mastines aparecieron a la carrera, atravesando el campo de barbecho, en dirección a las vacas. El lobo, sin inmutarse, se limitó a girar su cabeza y seguirlos con su mirada.
Una vez con las vacas, los mastines comenzaron a seguir rastros de una manera indecisa. Ni se habían percatado de la cercanía del lobo, ni olían su presencia. Se movían de forma inconexa, sin rumbo fijo.



Viendo que las terneras tenían protección, el lobo debió valorar que no era el momento oportuno, se levantó, miró fijamente hacia los canes ....




...  y descendió de las rocas con toda parsimonia, desapareciendo entre la maleza. No lo volvimos a ver. Al tiempo, llegó el ganadero, que finalmente reintegró al redil a las vacas.

La observación duró una hora, de 9:30 a 10:30 de la mañana y la escena se desarrolló a unos dos km. de donde nos encontrábamos. El lobo demostró ser astuto, tener temple y buena visión estratégica.

Las imágenes de parte de lo narrado son de John Hallowell, a quien agradezco su cesión para esta entrada.


15 septiembre 2019. Isaac Crespo, pastorea su rebaño al atardecer en el término de Cional. Frente a él, observa Buitres que salen de entre las jaras y retamas, remontando el vuelo. Puede atisbar también, algunos ejemplares que le sobrevuelan. Se acerca al punto concreto y descubre una oveja muerta, luego otra… Desconcertado y temiéndose lo peor, cuenta el rebaño, comprobando que le faltan catorce. Llama a los Agentes de Medio Ambiente y entre todos, encuentran siete ejemplares, devoradas total o parcialmente.

Solo le indemnizaran por las ovejas que encuentre. Confuso y cabreado, comenta que no puede dedicar más tiempo a buscar cadáveres. Tiene que atender el rebaño. Además la burocracia le obligará a rellenar múltiples formularios y a realizar viajes para los que no tiene tiempo. El solo vive de sus ovejas. La lobada no le va a producir más que trastornos e inconvenientes.

Estas contrariedades que suelen sufrir los ganaderos, serían fácilmente solucionables, si la Administración se hiciera cargo, de forma menos cicatera, de las indemnizaciones. De esta forma, se ayudaría a apaciguar, la convivencia entre lobos y ganaderos.
El lobo, animal imprescindible, emblema y joya de la Sierra de la Culebra, es patrimonio de todos. Lógico  me parece, que los daños que produce, también los paguemos entre todos.


Rebaño de Isaac pastando en el término de Cional




18 septiembre 2019. Esa tarde, habíamos avistado una loba con dos lobatos, cruzando un cortafuegos, a unos 200 metros de donde nos encontrábamos.
Se estaba yendo la luz, ya había desmontado el trípode y me dirigía al coche. De pronto, desde lo más profundo del pinar situado frente a nosotros, comenzaron a oírse unos lejanos aullidos...... Al principio, poco audibles... Luego, se convirtieron en improvisado vocerío, que incluía gañidos y gemidos, tanto de adultos como de los lobatos. Desde el otro lado del cortafuegos, el grupo de tres lobos de la tarde, les contestaban. Un concierto sobrecogedor y maravilloso, que se prolongó durante varios minutos.
  
He oído otras veces a los lobos, pero nunca durante tanto tiempo. Allí, viendo como se venía la noche, envuelta en los aullidos de la manada, nos mirábamos unos a otros, sorprendidos y emocionados. La experiencia fue inolvidable. Esta vez, la pudimos disfrutar unos pocos. El resto ya se había ido de la espera.


2 comentarios:

  1. Hola Alfredo, ya sabes que este tema me apasiona. Me encanta que hables del lobo. Un saludo y cuidaos.

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  2. He disfrutado muchísimo con estos y otros avistamientos de lobos en la Sierra. No hay vez que vaya por la tierruca, que no haga alguna espera.
    También he tenido la suerte de verlo en el campo, cuando menos me lo esperaba. Siempre es una emoción especial, distinta, la que produce su presencia.
    Sabes que sigo tus narraciones con mucho interés, y especialmente, las que tienen que ver con el lobo.

    Un saludo
    Alfredo

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