Surgió de un espeso bosquete de coníferas y se fue desplazando de rama en rama hasta una zona más abierta, en una pequeña vaguada. Esta vallejada estaba poblada de un nutrido grupo de cerezos en flor, donde se detuvo: era una pimpante Ardilla roja.
Aunque no es difícil de observar en algunos parques y jardines urbanos, nuestra protagonista tiene su territorio en una zona de campiña, alejada de la ciudad. Se mostraba cauta y desviaba su mirada de vez en cuando, hacia donde me encontraba.
ARDILLA ROJA / SCIURUS VULGARIS / KATAGORRI ARRUNTA
Llamaba la atención su cuerpo menudo, donde destacaba el tono rojizo herrumbroso de su piel, unos ojos grandes y abultados, y su larga cola, parecida en tamaño al resto de su cuerpo. Esta flexible y permeable cola, le sirve de punto de apoyo y equilibrio. Lo que le permite, junto con sus largas uñas, desenvolverse con una destreza de equilibrista, adoptando las posiciones más inverosímiles.
Pasa gran parte de su vida en los árboles, donde acostumbra a construir diversos nidos/madriguera. La hembra se encargará de elegir y acondicionar uno, en el que acogerá a sus crías. El resto de nidales le servirán de refugio y descanso, y también como despensa, de la que echará mano en los momentos más crudos del invierno.
Aunque se alimenta esencialmente de frutos secos y semillas (sobre todo piñones), también componen su dieta, setas, caracoles, larvas, pequeños pájaros, huevos de estos pájaros… Y también brotes de ramas tiernas, como en este caso, en el que se alimentaba con fluición de los brotes del cerezo.
Siempre me han caído simpáticas y me han gustado las ardillas. Precioso reportaje. Un saludo.
ResponderEliminarEstas agilisimas y viibrantes roedoras, es difícil que no caigan simpáticas. No hay más que verlas moverse por el bosque, para quedar impactado con sus vaivenes eléctricos. Gracias por tu comentario, Jose.
ResponderEliminarUn saludo
Alfredo